Los seres humanos somos capaces de actos sublimes, de entregas totales
basadas puramente en el amor, pero también tenemos un lado oscuro tan
profundamente arraigado en nosotros que cuando se deja ver, cuando sale a
la superficie, es capaz de actos inimaginables.
Esa dualidad humana es la que ha quedado al descubierto en el caso de los tristemente célebres secuestros de Cleveland, Ohio.
Por
un lado tenemos a unos padres que nunca se dieron por vencidos cuando
un día sus hijas desaparecieron. Louwana Miller estuvo convencida hasta
el día del fallecimiento que su hija Amanda Berry no había muerto,
sabía que tenía una buena excusa para no haber regresado a casa, alguien
se lo estaba impidiendo. Por eso buscó, reclamó, indagó hasta el día en
que la muerte le ganó la partida. Murió del corazón, dicen que ese
órgano vital no aguantó más sufrimiento, y se apagó.
Pero Amanda no quedó desamparada, el resto de su familia continuó la lucha.
La
familia de Gina de Jesús hizo lo mismo, su madre Nancy Ruiz y su padre
Félix nunca sacaron el dedo del renglón. Preguntaron, reclamaron,
rezaron, y volvieron a preguntar, pero su dolorosa búsqueda de10 años no
tuvo frutos, hasta ahora.
Un amigo de la familia De Jesús me
dijo que Félix y Nancy se envejecieron considerablemente en el proceso,
que nunca se mudaron de casa porque quería que Gina siempre supiera
dónde encontrarlos y que cada automóvil sospechoso que pasaba por su
vecindario llamaba su atención, pensaban que en el podía venir Gina.
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