miércoles, 15 de mayo de 2013

” no juzgas un libro por la portada ”


Para poder revisar algo, primero tenemos que ser conscientes que ese algo es revisable. Por lo tanto si pensamos que las personas son de una determinada forma y que nunca cambian, entonces se acabó la historia. Sin embargo, una vez escuché de alguien un comentario que decía lo siguiente.
“La prueba irrefutable que las personas cambian y pueden cambiar es que hay muchas que van a peor”
Y si pueden ir a peor, también pueden cambiar para mejorar. ¿Qué pasaría si las personas pidiéramos cambiar? Quizás no “somos” de una cierta manera sino que “estamos siendo” de esa manera. Sólo cuando aceptamos que esto es posible podemos empezar el proceso de revisión.
Hay que reconocer que este proceso requiere una inversión de tiempo y energía por lo que es importante saber si vale la pena invertir en él.  Los consecuencias de poner etiquetas negativas son mayores si lo hacemos sobre personas que son importantes y valiosas para nosotros, ya sea en el ámbito personal como en el profesional. Pensemos por ejemplo en nuestros hijos, nuestros colaboradores, …Algo que nos puede ayudar a decidirnos a invertir en este proceso de revisión es hacernos la siguiente pregunta ¿Que puertas nos abre y cuáles nos cierra el hecho de etiquetar de una cierta forma una persona?
Por ejemplo, si pienso que mi hijo es un patoso ¿qué posibilidades de interactuar con él me está cerrando esta etiqueta? ¿Lo es en todos los campos?. ¿Qué es para mi ser patoso? ¿Cómo puede influenciarle esa etiqueta que yo tengo sobre él? O si pienso que un colaborador en el trabajo es un inútil, ¿qué puertas estoy cerrando? ¿Cómo podría afectar esa etiqueta en su comportamiento? ¿Estaría dispuesto a revisar esa etiqueta para poder abrir alguna posibilidad? Lo cierto es que hay personas que “no funcionan” en un determinado entorno y, en cambio, parecen una persona totalmente diferente bajo otras circunstancias. ¿Podría ser el efecto de las “etiquetas”?

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