lunes, 11 de noviembre de 2013

El Huésped más ilustre está siendo ignorado

Pero, a la luz del Nuevo Testamento, ¿es suficiente que el Espíritu nos more? Me temo que no. Recordemos la palabra leída. El Señor Jesús vino a la ciudad de Jerusalén; pero no recibió la honra debida. Y nos referimos ahora al Espíritu. La pregunta es: este huésped, ¿está recibiendo la honra y  la atención que se merece? ¿O el Espíritu Santo es el Huésped ignorado?
Amado hermano, expliquémoslo un poco con términos humanos. ¿Le ha ocurrido a usted alguna vez que, en un grupo de personas, usted pasa inadvertido? Usted está presente, pero nadie lo toma en cuenta. Esta es una experiencia muy triste. Tu palabra no importa, tu presencia no  tiene valor. En el mundo natural, la gravedad de esta falta está dada según la importancia o rango de la persona que es ignorada.
Hermanos, ¿de qué huésped estamos hablando hoy? El que vino a hacer morada a tu corazón y a mi corazón, ¡es Aquel que fue enviado desde el mismo trono de Dios Padre, luego que nuestro Señor Jesucristo fue glorificado!
¿Estamos o no en la fe? ¿Creemos o no creemos? Creemos que Jesús es el Hijo de Dios. Creemos que el Señor Jesús murió por nosotros en la cruz y que resucitó al tercer día. ¡Somos creyentes! Creemos que el Señor Jesús traspasó los cielos y hoy está sentado a la diestra del Padre. Creemos que envió el Espíritu Santo a morar en nuestros corazones.
Amados hermanos, que podamos comprender lo que el Espíritu habla en este día. «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice…».
¿Cuánto influye el Huésped que está en nosotros? ¿Cuánta atención le prestamos? ¿Cuánto respeto tenemos a esa Persona que está morando? Hermano, ¿por qué, el que mora, no siempre nos llena?
Juan el Bautista dijo que el que venía tras él bautizaba con Espíritu Santo y fuego. Ese fuego está en ti y está en mí. Pero, seamos sinceros, seamos honestos: ¿Qué tan vivo está ese fuego?  El problema no es la presencia, sino la debilidad de tal fuego. El Huésped ignorado tiene la capacidad de arder y quemar con fuerza, de ser avivado. ¿Cómo está su corazón? Una de las características que más desagrada al Señor es la tibieza en medio de su pueblo. La tibieza es una característica de estos tiempos. Y el Señor llega a decir: «Ojalá fueses frío», pero la tibieza le provoca una reacción de rechazo muy grande.
El Señor debe ser agradado; y él no se agrada de un fuego que está muriéndose. Él «no apagará el pábilo que humea»; no lo apaga, no quiere apagarlo – Él quiere avivarlo. Hermanos, ¿cuánta experiencia tenemos con el poder del Espíritu Santo?
Vamos a 1ª Corintios 6:19. Esta es una palabra que debemos tener siempre presente. «¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios». ¡Cuánta riqueza hay en estas palabras! ¿Acaso alguno de nosotros las ignoraba?
Amados hermanos, nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, «está en vosotros ... el cual tenéis de Dios». ¡Oh, si conociéramos el tiempo de nuestra visitación, si le diésemos a este Huésped la importancia que merece! Hermanos, ¿no es ésta una riqueza inmensa?
¿Quién es el que nos habita? Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Padre, Hijo y Espíritu Santo. Siempre nuestra mente quedará limitada en la comprensión de la Trinidad. Pero el Señor dijo estas palabras: «No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros… En aquel día –hoy– vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros –el Señor está en nosotros– El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él»(Jn. 14:23).
¡Oh, si pudiésemos tener cabal comprensión de esta solemne realidad! ¡Que el Señor revele su bendita palabra a cada corazón! Este no era un problema para la iglesia del principio en Jerusalén. La presencia, la vida y el gobierno del Espíritu Santo era una bendita y permanente realidad. Suspiremos por una genuina restauración de la iglesia, y no descansemos hasta que se cumpla la promesa: ¡La gloria postrera será mayor!
Hablamos a la iglesia; estamos entre creyentes, hombres y mujeres que conocemos al Señor, que le amamos. Él es real y verdadero entre nosotros. Le bendecimos, pues ha escogido nuestras vidas para que seamos Su templo.
Hablar del Huésped ignorado es algo que nos humilla. Que nos golpea. ¿Cómo hemos tratado al Rey? ¿Cuánto de la voz del Rey ha sido desatendida? ¡Cuánto hemos perdido, hermanos!
Si el Espíritu inspira, vivifica, y llena con poder, si el Espíritu da discernimiento y testimonio, entonces, desatenderle es una pérdida incalculable, es una necedad del corazón. ¡Tal es la razón de la debilidad imperante entre la mayoría de los cristianos!
Pero aquí la Escritura lo está diciendo positivamente: «…el cual tenéis de Dios». ¿Esta palabra era para los corintios solamente? ¡Era para nosotros! Hermano, ¡usted lo tiene! El problema es que este Huésped no es tomado en cuenta. La conversación es con otras personas, y la atención se ocupa en los elementos más diversos; muchas cosas ocupan un valioso espacio en los corazones de sus hijos. ¡Y el Rey no ocupa el lugar que le corresponde!

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