miércoles, 13 de noviembre de 2013

Los Recuerdos.

De niña me marginaron mis compañeros del colegio y hasta el día de hoy no sé por qué, porque siempre fui una niña normal y sin problemas y empecé a tener miedo de ir allí. Me trataban como si fuera un trapo viejo, como si fuera una bacteria de la que había que alejarse y no podía entender porqué las demás tenían sus grupitos y yo siempre me quedaba sola cuando había que hacer trabajos, en gimnasia, en el recreo.. Hubo un tiempo en el que me llevaba bien con algunas chicas, pero otras chicas del mismo grupo no me querían y al final consiguieron que me dejasen sola.  Si hubieran sido buenas personas no creo que se hubiesen comportado así. Allí conocí a tres chicas que me parecían buena gente y entablé amistad con ellas. Eran las únicas con las que salía, aunque algunos años después tuve que dejarlas porque me di cuenta de que no era el tipo de personas con las que quería estar. Todo era hipocresía, decepciones y comportamientos infantiles en ellas y me cansé. No encontrarás en la Palabra de Dios un lugar donde diga que debes traer siempre a tu memoria los fracasos de tu vida. Si tú eres de esas personas que en todo momento recuerda las malas decisiones, los fracasos, los dolores, los errores y los pecados del pasado, tienes que leer este versículo: “Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19). Si nuestro amante Dios ya perdonó tus pecados, desaciertos, errores y fracasos, ¿por qué tú no? Si él los olvidó y los sepultó, ¿por qué tú no? ¿Por qué traer a tu memoria los malos momentos de tu vida cuando nuestro misericordioso Señor los depositó en lo profundo del mar para no recordarlos jamás? Pide al Señor su Santo Espíritu para que obre en ti a fin de que sólo recuerdes tus fracasos para aprender de ellos y seguir adelante. No te acostumbres a masticar amargura. Aprende a olvidar.

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